27 de marzo de 2020

Marxismo y feminismo para la revolución de un mundo de iguales





El marxismo y el feminismo son dos luchas que interseccionan en la lucha revolucionaria por instituir el marco de convivencia que supere la relación amo- esclavo, persiguiendo el horizonte utópico humanista de la libertad. Pero de una libertad que no se edifica sobre la esclavitud del otro, sino precisamente sobre la construcción conjunta de un marco ético de convivencia en el que puedan coexistir la igualdad de los seres humanos desde las más amplias diversidades. Un planteamiento ético de la libertad entendida como una conexión directa entre mi libertad y la de los demás no como relación antagónica sino como relación potenciadora para el conjunto de la comunidad humana.

Partiendo de la premisa de que la libertad es al mismo tiempo limitada, pero es un anhelo importante del ser humano, con un potencial creativo y que constituye una necesidad para la persecución individual de la propia felicidad, relacionada esta dimensión con el conocimiento, con la autorrealización, con la disposición propia de decisiones, tiempo, construcción del proyecto compartido, que inevitablemente se liga a las necesidades más elementales de supervivencia como especie, fisiológicas, y psíquicas, afectivas, sociales.


Por tanto, el componente material que permite el desarrollo humano ha constituido u constituye un eje fundamental de relaciones de poder, me estoy refiriendo a la organización económica. Es por eso, que el marxismo, atribuye, examina, disecciona, analiza, plantea, reflexiona, lucha sobre todo ese entramado de relaciones de poder inmersas en la necesidad de la especie humana de trabajar para mejorar su calidad de vida y sus posibilidades en la existencia generando riqueza colectivamente. 

Pero prestando particular atención a la injusticia que supone lo que se ha concebido como “la contradicción principal” en el sistema capitalista. De modo que a través del análisis de las relaciones que se establecen en el modo de producción capitalista y su entramado político institucional-cultural, como modo de organizar políticamente la creación y distribución de riqueza que se genera con el
trabajo humano, se señala el punto de partida económico de la injusticia que configura las categorías de clase como posición privilegiada o subalterna en el mundo de posibilidades de acción y decisión que desde la apropiación privada delimita dos subgrupos simbólica y materialmente enfrentados : El capital y el proletariado.

No se trata de enemigos individuales, estas dos clases pueden relacionarse en otras esferas de la vida social, y pueden tener disposiciones coincidentes en otras facetas de la vida fuera del conflicto concreto. De lo que se trata es de un enfrentamiento político. Una clase tiene la capacidad (Poder) de establecer y condicionar con mucha fuerza las condiciones materiales de la otra, aunque ambas se necesiten mutuamente dentro de esa configuración, hay una clara ventaja en favor de la que posee capital. Pero la verdadera lucha derivada del propio análisis es acabar con la construcción o diseño sociopolítico económico (en este caso lo que se denomina capitalismo) que construye clases sociales antagónicas para evolucionar a una sociedad sin clases. Pero ese horizonte sin clases sociales es una disposición que se presume a la clase subalterna, como parte perjudicada de esa asimetría jerárquica de ubicación en el reparto de poder a través de la capacidad económica material. Sin embargo, la dimensión ética y consciente de esa lucha por un horizonte utópico de una sociedad sin clases sociales no es automática en la clase perjudicada: El proletariado o la clase trabajadora. Es necesario el empuje de la historia a través de la acción revolucionaria, lo que va acompañado de ese proceso que se denomina “conciencia de clase”.

 El marxismo es al mismo tiempo un análisis y una acción revolucionaria que interviene en esa realidad para transformarla desde la articulación explicativa de las injusticias y problemas sociales derivados de ese modo de producción que sitúa a una parte de la humanidad, en desventaja con respecto a otra, cuyo origen es algo tan arbitrario e injusto como la apropiación de los medios de producción, que conducen a una expansión de la libertad en forma de poder de la clase privilegiada y un estrechamiento de la misma libertad, de la clase oprimida. No obstante, lejos de hablar de grupos de personas, de buenos y malos, de lo que habla el análisis marxista, es del diseño o sistema de producción que si bien no genera (pues el sistema de producción capitalista tiene un origen histórico y la injusticia de clases sociales privilegiadas y subalternas es anterior) sí profundiza y agranda la brecha de posibilismo vital entre una clase y otra a razón de su posición económica.

En la lucha feminista ocurre un desarrollo similar. Si el marxismo señala la explotación del hombre por el hombre, a través de su diferente posición con respecto a la propiedad privada de los medios de producción; el feminismo señala la contradicción entre ser hombre y ser mujer en un mundo construido o diseñado de tal modo que, mediante otra construcción de tipo cultural, divide las esferas de hombres y mujeres y su correspondiente poder social, libertad, y consideración. Siendo las mujeres la clase subalterna de la división sexual del trabajo, de la que sigue la privación de un conjunto de accesos a poder, y una serie de mandatos o deberes en lo doméstico que van construyendo un sujeto sexual en inferioridad de condiciones en todas sus dimensiones políticas y humanas.

Ambas opresiones provienen de construcciones culturales, entendidas como una determinada composición organizativa del universo de relaciones sociopolíticas que delimitan el acceso de posibilidades de desarrollo de manera diferencial según la pertenencia a un parámetro distintivo y arbitrario. En el caso del sexismo patriarcal, tomando las diferencias biológicas como fundamento para la construcción de un mundo de discriminaciones entre sexos. Tomando el sexo como elemento
diferenciado material real, desde el cuál se construyen unas diferencias sociales que componen la argumentación imbridando lo natural con lo performativo para conseguir justificar la división jerarquizante que posiciona a los sujetos sexuales asimétricamente respecto al poder. 

En el caso del marxismo, el eje sobre el cuál pivota la asimetría de poder, no es una característica identitaria dada por la naturaleza, como el sexo o la raza; el elemento sobre el cuál se construyen simbólica y materialmente los segmentos grupales en conflicto, es la apropiación de medios de producción originada por una acumulación histórica y previamente legitimada por otros sistemas políticos pasados e injustos. 

En el caso del feminismo, es el patriarcado el sistema de tipo cultural que a raíz de la diferencia natural de sexo, construye un conjunto de roles que normativizan dos estilos de estar en el mundo para el hombre y la mujer desde una serie de arquetipos que resultan limitantes y opresivos para ambos con especial saña en las mujeres, puesto que el reparto de poder y la propia configuración del mundo se realiza desde una marcada asimetría, que conforma dos submundos: La esfera privada
femenina- la esfera pública masculina; que adquieren “capacidades de obrar”políticamente, grados de libertad-poder, rangos de actuación, cotas o marcos de posibilidades políticas, muy diferenciadas en una relación de subordinación femenina sobre la masculina.


Me refiero a diferencias de poder, en términos genéricos, porque aunque la construcción del patriarcado de la modernidad en occidente se realice anclada al aspecto reproductivo de las mujeres, y funcione como excusa para apartarlas o excluirlas de esferas constructoras o constitutivas de derechos, como puede ser la educación, las profesiones liberales, o la capacidad política; no es la división sexual del trabajo la que de manera automática deba conllevar una valoración distinta en la consideración, educativa, jurídica, o política de ambos sexos. Es decir, aunque coincido con el feminismo de la igualdad de la importancia que tiene este hecho en la discriminación de las mujeres, que el trabajo productivo que se hace en el ámbito público revista derechos que no son reconocidos a la esfera doméstica, o al rol de cuidados que se asigna a las mujeres en la división sexual del trabajo, es completamente arbitrario: La importancia política de estar en una u otra esfera es también una construcción política, que se deriva de considerar más importante aquella que había sido asignada a los varones.Los dos análisis, corrientes, paradigmas y, o luchas sociales (Marxismo y feminismo) diseccionan el proceso estructural y discursivo de la realidad discriminatoria y/o injusta, como construcciones sociopolíticas que a su vez performan y/o troquelan identidades y sujetos vivos, reales. Además, ambos análisis a su vez realizan una construcción de categorías simbólica de tipo identitaria para generar la explicación analítica de la injusticia. 

Sin embargo, mientras una de ellas se hace sobre una característica que tiene un elemento identitario per se, con el que se nace, que no depende necesariamente de tus circunstancias, la otra identidad simbólica no podría existir fuera de esaconstrucción de la realidad capitalista. Es una identidad de posición, de acceso a recursos, de diferencia de poder económico que se constituye en central porque el paradigma económico al estar íntimamente vinculado con la necesidad vital de supervivencia, en el acceso a los recursos vitales, es el que condiciona de un modo central, el resto de posibilidades de desarrollo y desde el cuál se han configurado el resto de subsistemas de la organización social y política moderna.

En la discriminación sexual, hay una diferencia respecto a esta construcción identitaria: Ser mujer u hombre, en principio (con algunas excepciones y los avances que han permitido algunas transformaciones al respecto) es como nacer rubio o con ojos azules, te constituye incluso aunque no existiera una construcción cultural de género tan exacerbada como la patriarcal. El elemento identitario mujer y hombre no desaparece cuando desaparecen las construcciones de masculinidad o feminidad patriarcales contra las cuáles lucha el feminismo. 

Sin clases sociales capitalistas, el elemento identitario del conflicto capital-trabajo, sí desaparece. El elemento identitario de la posición económica en la que cualquier persona se ubica respecto al análisis eje marxista: Proletariado y capitalista, es una identidad plenamente construida por tu posición económica, sensible a la variación de los cambios socioeconómicos. Dicho de otra forma, el mantener esa identidad o transformarla es estrictamente social. 

Esto no quiere decir que ambas opresiones no puedan modificarse desde la misma lógica social, sí pueden ya que la opresión patriarcal contra la que se lucha desde el feminismo no consiste en dejar de ser mujer como sexo, sino de deconstruir esa masculinidad y feminidad opresiva que sí es social.

En este sentido se puede afirmar, que ambas luchas, convergen contra el sistema que genera las contradicciones principales, y no contra los sujetos que las encarnan. Como en aquella famosa película de Novecento, en la que se refleja que matar al patrón no es matarlo físicamente, no es cortarle la cabeza al monarca, no se trata de exterminar a los hombres, sino de eliminar el sistema capitalista, la monarquía o el patriarcado. O lo que es lo mismo, eliminar las clases, la explotación del hombre por el hombre, eliminar la opresión de las mujeres en base a la construcción de masculinidad y feminidad basada en la subordinación del poder de las mujeres.

A su vez, estos dos sistemas, hoy, comparten espacio-tiempo, complementándose y profundizando sus consecuencias, especialmente en aquellas capas sociales en las que se produce intersección de ambas, pero también en el conjunto social perjudicado porque como decía Bakunin “Queriendo ser libre no puedo serlo porque la esclavitud de los demás, se convierte en elemento de mi opresión” o
como señala Marx con la idea del ejército de reserva. Puesto que, en la medida en que tus iguales son objeto de sometimiento, tú también lo eres. O en otras palabras si se rebaja el nivel de ética, o la norma, o la permisividad, de cualquier aspecto social, lo hace para el conjunto.  Además, los marxistas, ya contemplaban la cuestión femenina, y una parte de esa discriminación con el sistema capitalista, aunque considerasen que iba unida necesariamente a la lucha contra el capitalismo en su
desaparición, cometiendo el error de subordinar la lucha feminista a la lucha anticapitalista, cuando son plenamente complementarias.

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