27 de marzo de 2020

Relatos

Copiada de chicasdehoy.com






No podía dejar de mirarla. Aún cuando trataba de disimular cada vez que ella, girando su mirada hacia un lado, trataba de indicarle en un gesto de tímida complicidad que era consciente de su profundo ensueño y la abrumaba. En ese momento,sucedía como cuando se despierta de un ensoñamiento, y vuelves a la realidad. Era inconsciente, como cuando te sientas en una mesa y te colocas cerca de quién más te gusta. Sucedía sin planificar, como un imán contra el cuál hay que luchar para no ser completamente absorbido, como esa arena movediza que te traga sin que puedas manejar. Ni siquiera sabía explicarlo, ni comprenderlo. ¿Curiosidad? ¿Misterio? Algo en esa mirada le hipnotizaba. Sentía como si ella, y solo ella traspasara el umbral de sus ojos, y su cuerpo, y le estuviera observando el alma. Nunca se había sentido tan fascinado. Así, había empezado una historia en la que llevaba envuelto años. Era una relación de lo más extraña. Mística. Hablaban con miradas, gestos,jamás cruzaron palabra. Habían construido un mundo y lenguaje propios, que solo ellos comprendían. Hasta que un día


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 Jueves 14 enero, 18:00, Cádiz. La brisa marina soplaba con frío a pesar de ser uno de los lugares más templados durante el invierno. Paula se dirigía a tocar el violín. Tenía 18 años. Estaba radiante a pesar del agotamiento mental y físico por la multiactividad que mantenía. Le encantaban aquellas tardes de ensayo. Desde que sonó el despertador a las 07:05, empezaba a entusiasmarse con el momento de tocar. Le apasionaba la música y soñaba con ser una gran artista que pudiera vivir de sus conciertos. Ese año tenía la selectividad, y debía elegir una carrera universitaria. Sus padres, aunque divorciados, coincidían en insistirle en la importancia de un futuro profesional estable, una carrera "con salida". -Me voy al ensayo. Dijo Paula mientras pasaba por el recibidor donde se encontraba su madre frente al ordenador. Marian, la madre de Paula, era escritora, y como si estuviera emergiendo de las profundidades de un océano que la mantenía obnubilada, exclamó: mm.. ¿Cómo cariño? Perdona, ¿qué has dicho? ¿Ya te vas? Paula dio un beso a su madre y salió alegre a su ensayo. Mariam comprendía muy bien a la artista que veía en su hija, sabía de su entusiasmo y su perseverancia, pero sobre todo compartía ese fuego que encendía su mirada cuando Paula sentía su música. A ella le sucedía otro tanto con la escritura. Su mundo de fantasía. Ese amor por el arte. Qué difícil es todo, pensó.

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 Marta estaba cansada de buscar empleo, había estudiado derecho con la idea de luchar por las causas justas. Ya en la carrera, Marta había pensado que las leyes no estaban bien hechas, que en la mayoría de los casos, la ley estaba hecha favoreciendo un perfil social acaudalado, aun así, siempre consideró que también era un instrumento útil contra el atropello, y que ella podría trabajar en aquellos casos en los que se lucha en favor del débil frente al poderoso. En algunas de las películas de Estados Unidos, ella veía ejemplos de que en ocasiones, la justicia podía triunfar frente a los grandes criminales, y magnates de guante blanco. Con el tiempo, eso le empezó a parecer que sólo sucedía en esas películas, o que los casos eran tan escasos, que precisamente por ello, era una historia digna de ser contada. Sin embargo, la mayor decepción de Marta, era que ni siquiera podía permitirse el lujo de trabajar en lo que había estudiado. Había pasado meses enteros buscando alguna oportunidad como abogada en un bufete, pero desesperada, finalmente solicitó empleo en otro sector: Auditoría empresarial. Esa misma tarde tenía la entrevista, se empezó a poner algo nerviosa mientras se preparaba, por su mente iban chocando y flotando todas las dudas e inquietudes sobre su candidatura laboral. Necesitaba trabajar, tenía 26 años, ya necesitaba independencia, la idea de ganar autonomía vital era tan atrayente, que se había convertido en indispensable. Necesitaba respirar, tener control sobre su vida, permitirse tomar decisiones en la construcción de su vida adulta, pero algo en su interior la reconcomía: ¿Cuál era el precio que había que pagar? ¿Le gustaría el trabajo de auditora? ¿Cómo podría trabajar solo con una motivación económica? ¿No era ese trabajo todo lo contrario por lo que ella había estudiado derecho? ¿Sería capaz de realizar una labor que no consideraba fiel a sus principios? Realmente, toda auditoría no era infiel necesariamente, pero lo que ella conocía le indicaba a pensar que la auditoría era una especie de policía buena y sobornable, que ayudaba al pez gordo a no cumplir estrictamente con la legalidad compartiendo cierta responsabilidad cómplice. Eso no lo podría decir en la entrevista.. A medida que lo iba pensando sentía como sólo aquel proceso ya representaba una traición a sí misma. ¿Lo notarían? Si notaban algo de su pensamiento, no la cogerían, tendría que aparentar que le entusiasmaba la idea de trabajar ahí.. pero ¿realmente quería conseguir el trabajo? Una frustrada sensación de impotencia dibujó una mueca en su rostro y suspiró mientras se dejaba caer resignada sobre la cama de su cuarto. ¿Acaso podía elegir?

Marxismo y feminismo para la revolución de un mundo de iguales





El marxismo y el feminismo son dos luchas que interseccionan en la lucha revolucionaria por instituir el marco de convivencia que supere la relación amo- esclavo, persiguiendo el horizonte utópico humanista de la libertad. Pero de una libertad que no se edifica sobre la esclavitud del otro, sino precisamente sobre la construcción conjunta de un marco ético de convivencia en el que puedan coexistir la igualdad de los seres humanos desde las más amplias diversidades. Un planteamiento ético de la libertad entendida como una conexión directa entre mi libertad y la de los demás no como relación antagónica sino como relación potenciadora para el conjunto de la comunidad humana.

Partiendo de la premisa de que la libertad es al mismo tiempo limitada, pero es un anhelo importante del ser humano, con un potencial creativo y que constituye una necesidad para la persecución individual de la propia felicidad, relacionada esta dimensión con el conocimiento, con la autorrealización, con la disposición propia de decisiones, tiempo, construcción del proyecto compartido, que inevitablemente se liga a las necesidades más elementales de supervivencia como especie, fisiológicas, y psíquicas, afectivas, sociales.


Por tanto, el componente material que permite el desarrollo humano ha constituido u constituye un eje fundamental de relaciones de poder, me estoy refiriendo a la organización económica. Es por eso, que el marxismo, atribuye, examina, disecciona, analiza, plantea, reflexiona, lucha sobre todo ese entramado de relaciones de poder inmersas en la necesidad de la especie humana de trabajar para mejorar su calidad de vida y sus posibilidades en la existencia generando riqueza colectivamente. 

Pero prestando particular atención a la injusticia que supone lo que se ha concebido como “la contradicción principal” en el sistema capitalista. De modo que a través del análisis de las relaciones que se establecen en el modo de producción capitalista y su entramado político institucional-cultural, como modo de organizar políticamente la creación y distribución de riqueza que se genera con el
trabajo humano, se señala el punto de partida económico de la injusticia que configura las categorías de clase como posición privilegiada o subalterna en el mundo de posibilidades de acción y decisión que desde la apropiación privada delimita dos subgrupos simbólica y materialmente enfrentados : El capital y el proletariado.

No se trata de enemigos individuales, estas dos clases pueden relacionarse en otras esferas de la vida social, y pueden tener disposiciones coincidentes en otras facetas de la vida fuera del conflicto concreto. De lo que se trata es de un enfrentamiento político. Una clase tiene la capacidad (Poder) de establecer y condicionar con mucha fuerza las condiciones materiales de la otra, aunque ambas se necesiten mutuamente dentro de esa configuración, hay una clara ventaja en favor de la que posee capital. Pero la verdadera lucha derivada del propio análisis es acabar con la construcción o diseño sociopolítico económico (en este caso lo que se denomina capitalismo) que construye clases sociales antagónicas para evolucionar a una sociedad sin clases. Pero ese horizonte sin clases sociales es una disposición que se presume a la clase subalterna, como parte perjudicada de esa asimetría jerárquica de ubicación en el reparto de poder a través de la capacidad económica material. Sin embargo, la dimensión ética y consciente de esa lucha por un horizonte utópico de una sociedad sin clases sociales no es automática en la clase perjudicada: El proletariado o la clase trabajadora. Es necesario el empuje de la historia a través de la acción revolucionaria, lo que va acompañado de ese proceso que se denomina “conciencia de clase”.

 El marxismo es al mismo tiempo un análisis y una acción revolucionaria que interviene en esa realidad para transformarla desde la articulación explicativa de las injusticias y problemas sociales derivados de ese modo de producción que sitúa a una parte de la humanidad, en desventaja con respecto a otra, cuyo origen es algo tan arbitrario e injusto como la apropiación de los medios de producción, que conducen a una expansión de la libertad en forma de poder de la clase privilegiada y un estrechamiento de la misma libertad, de la clase oprimida. No obstante, lejos de hablar de grupos de personas, de buenos y malos, de lo que habla el análisis marxista, es del diseño o sistema de producción que si bien no genera (pues el sistema de producción capitalista tiene un origen histórico y la injusticia de clases sociales privilegiadas y subalternas es anterior) sí profundiza y agranda la brecha de posibilismo vital entre una clase y otra a razón de su posición económica.

En la lucha feminista ocurre un desarrollo similar. Si el marxismo señala la explotación del hombre por el hombre, a través de su diferente posición con respecto a la propiedad privada de los medios de producción; el feminismo señala la contradicción entre ser hombre y ser mujer en un mundo construido o diseñado de tal modo que, mediante otra construcción de tipo cultural, divide las esferas de hombres y mujeres y su correspondiente poder social, libertad, y consideración. Siendo las mujeres la clase subalterna de la división sexual del trabajo, de la que sigue la privación de un conjunto de accesos a poder, y una serie de mandatos o deberes en lo doméstico que van construyendo un sujeto sexual en inferioridad de condiciones en todas sus dimensiones políticas y humanas.

Ambas opresiones provienen de construcciones culturales, entendidas como una determinada composición organizativa del universo de relaciones sociopolíticas que delimitan el acceso de posibilidades de desarrollo de manera diferencial según la pertenencia a un parámetro distintivo y arbitrario. En el caso del sexismo patriarcal, tomando las diferencias biológicas como fundamento para la construcción de un mundo de discriminaciones entre sexos. Tomando el sexo como elemento
diferenciado material real, desde el cuál se construyen unas diferencias sociales que componen la argumentación imbridando lo natural con lo performativo para conseguir justificar la división jerarquizante que posiciona a los sujetos sexuales asimétricamente respecto al poder. 

En el caso del marxismo, el eje sobre el cuál pivota la asimetría de poder, no es una característica identitaria dada por la naturaleza, como el sexo o la raza; el elemento sobre el cuál se construyen simbólica y materialmente los segmentos grupales en conflicto, es la apropiación de medios de producción originada por una acumulación histórica y previamente legitimada por otros sistemas políticos pasados e injustos. 

En el caso del feminismo, es el patriarcado el sistema de tipo cultural que a raíz de la diferencia natural de sexo, construye un conjunto de roles que normativizan dos estilos de estar en el mundo para el hombre y la mujer desde una serie de arquetipos que resultan limitantes y opresivos para ambos con especial saña en las mujeres, puesto que el reparto de poder y la propia configuración del mundo se realiza desde una marcada asimetría, que conforma dos submundos: La esfera privada
femenina- la esfera pública masculina; que adquieren “capacidades de obrar”políticamente, grados de libertad-poder, rangos de actuación, cotas o marcos de posibilidades políticas, muy diferenciadas en una relación de subordinación femenina sobre la masculina.


Me refiero a diferencias de poder, en términos genéricos, porque aunque la construcción del patriarcado de la modernidad en occidente se realice anclada al aspecto reproductivo de las mujeres, y funcione como excusa para apartarlas o excluirlas de esferas constructoras o constitutivas de derechos, como puede ser la educación, las profesiones liberales, o la capacidad política; no es la división sexual del trabajo la que de manera automática deba conllevar una valoración distinta en la consideración, educativa, jurídica, o política de ambos sexos. Es decir, aunque coincido con el feminismo de la igualdad de la importancia que tiene este hecho en la discriminación de las mujeres, que el trabajo productivo que se hace en el ámbito público revista derechos que no son reconocidos a la esfera doméstica, o al rol de cuidados que se asigna a las mujeres en la división sexual del trabajo, es completamente arbitrario: La importancia política de estar en una u otra esfera es también una construcción política, que se deriva de considerar más importante aquella que había sido asignada a los varones.Los dos análisis, corrientes, paradigmas y, o luchas sociales (Marxismo y feminismo) diseccionan el proceso estructural y discursivo de la realidad discriminatoria y/o injusta, como construcciones sociopolíticas que a su vez performan y/o troquelan identidades y sujetos vivos, reales. Además, ambos análisis a su vez realizan una construcción de categorías simbólica de tipo identitaria para generar la explicación analítica de la injusticia. 

Sin embargo, mientras una de ellas se hace sobre una característica que tiene un elemento identitario per se, con el que se nace, que no depende necesariamente de tus circunstancias, la otra identidad simbólica no podría existir fuera de esaconstrucción de la realidad capitalista. Es una identidad de posición, de acceso a recursos, de diferencia de poder económico que se constituye en central porque el paradigma económico al estar íntimamente vinculado con la necesidad vital de supervivencia, en el acceso a los recursos vitales, es el que condiciona de un modo central, el resto de posibilidades de desarrollo y desde el cuál se han configurado el resto de subsistemas de la organización social y política moderna.

En la discriminación sexual, hay una diferencia respecto a esta construcción identitaria: Ser mujer u hombre, en principio (con algunas excepciones y los avances que han permitido algunas transformaciones al respecto) es como nacer rubio o con ojos azules, te constituye incluso aunque no existiera una construcción cultural de género tan exacerbada como la patriarcal. El elemento identitario mujer y hombre no desaparece cuando desaparecen las construcciones de masculinidad o feminidad patriarcales contra las cuáles lucha el feminismo. 

Sin clases sociales capitalistas, el elemento identitario del conflicto capital-trabajo, sí desaparece. El elemento identitario de la posición económica en la que cualquier persona se ubica respecto al análisis eje marxista: Proletariado y capitalista, es una identidad plenamente construida por tu posición económica, sensible a la variación de los cambios socioeconómicos. Dicho de otra forma, el mantener esa identidad o transformarla es estrictamente social. 

Esto no quiere decir que ambas opresiones no puedan modificarse desde la misma lógica social, sí pueden ya que la opresión patriarcal contra la que se lucha desde el feminismo no consiste en dejar de ser mujer como sexo, sino de deconstruir esa masculinidad y feminidad opresiva que sí es social.

En este sentido se puede afirmar, que ambas luchas, convergen contra el sistema que genera las contradicciones principales, y no contra los sujetos que las encarnan. Como en aquella famosa película de Novecento, en la que se refleja que matar al patrón no es matarlo físicamente, no es cortarle la cabeza al monarca, no se trata de exterminar a los hombres, sino de eliminar el sistema capitalista, la monarquía o el patriarcado. O lo que es lo mismo, eliminar las clases, la explotación del hombre por el hombre, eliminar la opresión de las mujeres en base a la construcción de masculinidad y feminidad basada en la subordinación del poder de las mujeres.

A su vez, estos dos sistemas, hoy, comparten espacio-tiempo, complementándose y profundizando sus consecuencias, especialmente en aquellas capas sociales en las que se produce intersección de ambas, pero también en el conjunto social perjudicado porque como decía Bakunin “Queriendo ser libre no puedo serlo porque la esclavitud de los demás, se convierte en elemento de mi opresión” o
como señala Marx con la idea del ejército de reserva. Puesto que, en la medida en que tus iguales son objeto de sometimiento, tú también lo eres. O en otras palabras si se rebaja el nivel de ética, o la norma, o la permisividad, de cualquier aspecto social, lo hace para el conjunto.  Además, los marxistas, ya contemplaban la cuestión femenina, y una parte de esa discriminación con el sistema capitalista, aunque considerasen que iba unida necesariamente a la lucha contra el capitalismo en su
desaparición, cometiendo el error de subordinar la lucha feminista a la lucha anticapitalista, cuando son plenamente complementarias.