1 de septiembre de 2018

Límites para la libertad

¿No es acaso el poder económico un poder político? ¿Cómo se puede pretender que vivimos en democracia si nuestra vida cotidiana está atravesada por una acumulación de poder por un lado y una desposesión brutal por el otro? 

Hasta la propia información está filtrada por quiénes cuentan con poder suficiente para mostrarnos la cara que quieren que veamos de ella. La metodología de decisión está también diseñada de tal manera que nuestras elecciones dentro de la misma tampoco sean libres, ni necesariamente tenidas en cuenta. 

Si lo que se decide al final es quién y no qué, porque el qué no lleva ningún tipo de compromiso. Ni por supuesto están obligados a demostrar la veracidad de sus hipótesis. Si las posibilidades mismas de elegir ya están filtradas también por la desigualdad económica y de este modo perpetuada. Si consiguen que tengamos que dar gracias porque nos exploten. Si la actividad económica y su equilibrio está presa de una brutal jerarquía bancaria en la que su caída es también una catástrofe por la total dependencia que se tiene de la fuente de poder. 

Cuando el mundo y su orden se construye en base a una jerarquía dictatorial como esta, que caiga la cabeza supone un desastre claro está, por mucho que esta cabeza a su vez nos propicie un mundo enfermo, aunque ordenado. 

Desde ideologías completamente diferentes resulta que Mario Conde y Pablo Iglesias llegaron a la misma conclusión sobre los medios de comunicación. Son sin duda, una pieza clave a la hora de influir en el comportamiento de la sociedad, y ¿Está sujeto este poder a control democrático? No. Funciona en base a reglas económicas. Pero estos tres poderes están mezclados en la defensa de sus propios intereses. Están mezclados porque sólo quienes están en los tres y defienden sus propios intereses son los que triunfan. Los medios de comunicación hoy son el campo dónde se desarrolla la guerra. La guerra política. 

A Mario conde, y aunque por razones muy distintas le tumbaron su lucha política en la esfera financiera,en un complot entre políticos y medios de comunicación sembrando noticias falsas sobre las cuentas del banco, de modo que las acciones cayeran tanto que no fuera posible optar a ningún otro plan que rendirse. A Podemos, y aunque cuenta con algo más de altavoz mediático, también se le desató una lucha de noticias falsas que tumbaran la credibilidad del proyecto, muy distintas, a veces tergiversadas, a veces con parte de verdad, otras completamente erróneas, generando así un estado de confusión tremendo en la población a la que le llegan tales noticias, y que no en todos los casos pero sí una gran parte no cuentan con herramientas para diferenciar entre lo que es y no verdad. No estoy defendiendo con esto ni que Podemos sea fantástico, ni mucho menos que me gusten los magnates financieros. 


En referencia a Podemos los fallos que tiene son de una índole muy distinta a las que siembran los medios de comunicación que les atacan. 

Lo que intento reflexionar es sobre la dificultad existente y oscura ante una gran parte de los ojos de nuestros compatriotas de luchar en estas condiciones dadas. También sobre esa ilusión de democracia que no es tal por tantos y tantos motivos y que muchos prefieren creer en ella. Es cierto que todavía hay ciertos recursos ante injusticias muy graves, pero los sistemas de justicia no están fuera de todo este embrollo. También la arquitectura jurídica se ve influenciada por esto del pensamiento. También las leyes que llegan están creadas por aquellos que se encuentran en la esfera de estos poderes. También se cercioran siempre de cierta ambigüedad interpretable, también suelen ser parte privilegiada la que llega a puestos de jurisdicción, también hay una criba en cuestiones de género, también hay una politización de tribunales del más alto rango, y cómo no además tenemos una base constitucional que blinda todo este funcionamiento a pesar de que reconozca otros derechos a los que deja desprovistos de herramientas para ser defendidos y sobre todo efectivos. Las leyes sirven y el orden es necesario, pero ¿De qué sirve una ley sin el modo de hacerlas cumplir? Y es aquí dónde entra esta estructura. La estructura de poder, ya de por sí es favorable a mantenerse. Y a hacer caer cualquier tipo de alternativa que ose desafiarla. ¿Por qué considero, no sólo importante sino fundamental apropiarse de las instituciones del Estado para cualquier construcción de proyecto alternativo por mucho que pueda parecer contradictorio? Porque tanto para construir esta estructura como para desafiarla necesitas herramientas, herramientas que vayan luchando contra estas cadenas en las que están millones de trabajadores y empresarios, y ciudadanos: Cadenas mentales, y cadenas materiales. Ambas se retroalimentan y ninguna de las dos es posible sin la otra. Ambas funcionan, ambas actúan. Ambas blindan la sociedad actual procurando obediencia de mil formas distintas. ¿Y es esto un alegato en favor de ninguna clase de obediencia? Para nada, se necesitan límites, pero límites democráticos. Esa mentira de que el liberalismo es libertad es la mayor farsa del mundo. Como he desarrollado en este escrito si se me ha entendido los límites existen, pero son cualitativamente distintos en función de la posición dada. Y estos límites son digamos más autoestablecidos en la medida en que creemos que los estamos eligiendo. Pero no es verdad, no son elegidos. Son proporcionados por la estructura y su funcionamiento. Son límites que parecen menos limitantes, son límites que dejan abierta la creencia de ser traspasables mientras que los límites marcados concretamente no lo son. Pero no dejan de ser grandes límites que afectan a la propia autonomía vital de cada persona. En cambio, los límites que se postulan en base a razones, y a principios éticos son límites percibidos como más limitantes aunque en el fondo lo sean mucho menos. Todos los regímenes tienen límites. Tienen una parte déspota. Pero el núcleo de lo que prohíbe y permite es cualitativamente diferente. Lo que se trata de limitar desde quiénes nos oponemos a este sistema no es la libertad razonable que todo ciudadano y ciudadana debe tener derecho a que le pertenezca sino aquellas que no son libertad sino omnipotencia, aquellas que son poder, que son capaces de intervenir y limitar la libertad de sus iguales por cuestiones materialmente constatables.

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