4 de octubre de 2018

No hay libertad sin ética, no hay sexo sin placer ni libertad 3/10/2018




Escuchar no es aceptar


Escuchar es maravilloso, necesario y positivo. Pero si aceptáramos sin más todo lo que escuchamos estaríamos perdidas. Especialmente en un mundo en el que la voz que más se oye es la voz del poder. La voz del poder que se naturaliza, y se introyecta en la comunidad y termina por aceptarse como normalidad, lo que no son más que síntomas, problemas de esas relaciones de poder.

La tentación narcisista y la disculpa


 La empatía requiere de escucha sí, pero también de conciencia, de análisis, de perspectiva de conjunto. Yo también he caído multitud de veces en esa creencia inicial que se deriva del choque con la sociedad, de considerar que la mayoría a abrazado la inmoralidad y que son/somos cómplices de todas las tropelías de este sistema. Esa creencia que no solo actúa de la manera en que cree, sino que desprecia al que no lo hace convirtiéndolo en malvado. No se trata de disculpar a quiénes cometen fechorías. No se trata tampoco de conformarse con considerar como explicación que la gente es mala. Todas podemos portarnos mal, y bien. Y exceptuando los psicópatas, a menudo quiénes se comportan mal tienen conflictos y problemas que explican sus comportamientos, sin que los justifiquen. A menudo hay procesos psicológicos y sociales en juego. Eso no significa que la explicación automáticamente les desresponsabilice, o que no haya casi siempre más de un factor que explique los grados de mounstruosidad que puede llegar a cometer una persona. No se intenta comprender la barbarie para justificarla. Sino para señalar que hay causas que establecen dinámicas que favorecen esas construcciones. Por eso es tan importante señalar esas dinámicas, esas estructuras, esos sistemas de creencias. Claro que es doloroso, y molesto observar en uno mismo cómo sus debilidades humanas a menudo nos convierte en instrumento del poder. Pero no es la culpa, y la resistencia a vernos como los malos, lo que va a solucionar el problema. No, no es la fustigación la que lleva a ninguna parte. Sí el análisis y la toma de conciencia. Desde nuestra consideración de sabernos limitados, y no dioses, de comprendernos a nosotras mismas y aceptar nuestra imperfección, sin por ello justificar con ello el origen de esas dinámicas.

La lucha por la transformación: Conciencia


Voy a tratar de aterrizar un poco esta reflexión que llevo teniendo desde hace muchos años. No se persigue con la concienciación una actitud de autodestrucción de las personas, ahondando más en su autoestima. Sino el paso necesario que hay que dar para replantearse actitudes sin miedo. Rectificar es de sabios. Si un proxeneta que se dedicaba a traficar mujeres, a engañarlas, a explotarlas a abusar de ellas creando una cantidad considerable de sufrimiento, es capaz de rectificar, de darse cuenta de todo el daño que ha hecho, todas lo somos. Compadecer, entender, comprender porqué hay aberraciones, no implica aceptarlas. No implica una comprensión condescendiente. No implica dar la razón cuando no se tiene. Claro que en la sociedad existe el pensamiento juicioso sobre el sexo, y siglos de censura, de mensaje culpabilizante del placer, de mensajes que proponen el placer como un pecado, como algo abominable, del infierno. De ello se han encargado y mucho las religiones que principalmente buscaban controlar la sexualidad femenina. En realidad controlar a la humanidad.

Sexo, puritanismo y violencia


Totalmente de acuerdo, con el rechazo de quiénes se arrogaron establecer qué es bueno y malo e imponerlo como un dogma social que revestido de carácter divino, cobraba un poder de manipulación espantoso. Pero ese rechazo, no nos puede llevar al relativismo moral absoluto. La ética y los valores, siempre están incorporados en un proyecto político, y así debe ser. Porque es parte de lo que nos humaniza, de lo que nos sirve de guía para construir modelos de convivencia más sanos y agradables. La libertad y con ello también la sexual, no puede entenderse, desde la amplitud de la omnipotencia para unos a través de un instrumento de poder como es el dinero en la sociedad, y la absoluta sumisión de quién no tiene el acceso al mismo con la misma facilidad. Poner límites a la explotación, no es aceptarla como paradigma, es contener su expansión. Si dejamos que ganen la batalla de la regulación, no estaremos ayudando a la libertad sexual, no estaremos ayudando al colectivo oprimido que son pobres, y principalmente mujeres. Todas las mujeres en su potencialidad. Estaremos sólo facilitando el camino al opresor, cargándonos años de lucha. Aceptando la esclavitud de todo nuestro ser. Normalizando la violencia. Quedándonos sin instrumentos para combatir la desigualdad machista. Ampliando las posibilidades que le permitimos al capital sobre nosotras. Ninguna mujer ni ningún niño ni ningún hombre es puta, puto. No es denigrante la víctima, lo es el verdugo. Y esos verdugos a su vez también son víctimas de un proceso social que les ha transformado en eso. Pero pueden dejar de serlo. Sólo tienen que rectificar. Claro que el problema es más global, claro que toca el corazón del sistema. Pero no se avanza retrocediendo lo conquistado. Si no avanzamos nosotras, avanza la barbarie. Feminismo o barbarie. Este caballo de troya es inadmisible desde quiénes buscamos una transformación emancipadora

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