16 de julio de 2021

La bienintencionada izquierda y la desinformación


 

Creo que es importante también que entendamos que las buenas intenciones no son suficientes para hacer lo correcto. Es necesario que haya buena intención, pero no es suficiente. No es suficiente en muchos sentidos. No lo es para justificar el desprecio y el insulto hacia otros, no lo es para llegar a las mejores actuaciones, no lo es para saber cómo ayudar en una determinada situación.

Necesitamos que los políticos y otros muchos profesionales, y hasta nuestros amigos y familiares, tengan buenas intenciones para con nosotros o nuestros problemas, pero no nos basta con que eso exista. Con buenas intenciones se hacen cosas mal.

Se hacen políticas públicas que son un desastre, intervenciones sociales que no ayudan, comentarios que añaden problemas o ahondan en el daño que una persona puede estar sufriendo, puedes incluso crear un problema más grande del que existía en un principio si actúas mal por muy buenas intenciones que tú tengas.

Por eso, necesitamos el conocimiento, la ciencia, por eso nos formamos en profesiones como educación social, trabajo social, psicología, psiquitaría, etc. Aunque esto es aplicable a todas las profesiones. Hago hincapié en estas porque son las de mi ámbito pero también porque son profesiones sociales y de ayuda social.
En este campo, la sociedad suele tener la creencia errónea de que no es necesario tener formación para ayudar, pero sí lo es.

En estas profesiones la gente también se equivoca, pero se forman para no hacerlo. Es decir, la formación va enfocada a que tus intervenciones sean lo mejor posible en situaciones y problemas sensibles.

Estamos hablando de que el objetivo ante los problemas sociales es evitar sufrimientos, buscar soluciones efectivas. Y la empatía y la buena intención es muy necesaria, igual que lo es también en aquellos que gobiernan, la búsqueda del bien común es fundamental, pero es insuficiente por sí misma. Necesitamos además, acertar con las propuestas, las intervenciones etc.

Y para ello, es fundamental un buen diagnóstico, y esto vale para la psicología, para el trabajo social, para la política, no sólo para el campo de la medicina.

Diagnosticar es hacer una lectura del problema al que nos enfrentamos, y el curso de acción, las soluciones, las propuestas, van a depender en gran medida de ese diagnóstico que hagamos. Por eso es importante hacerlo bien, y no sólo querer hacerlo bien.

Lo que nos sucede en la izquierda, es que tenemos mucha gente con buen fondo y buena intención, pero con una lectura muy sesgada de los problemas que en muchas ocasiones les lleva a posiciones que son profundamente reaccionarias a pesar de estar revestidas de "progresismo". Y en este aspecto, ocurre particularmente con los temas feministas. Aparecen como feministas, la perpetuación de la violencia contra las mujeres. Y es un contrasentido, pero así ocurre en temas como la prostitución, o los vientres de alquiler, e incluso con las leyes queer. Claro, porque todas esas defensas, son llevadas a cabo por personas que tienen buenas intenciones. Que tienen empatía, y que piensan errónea pero bienintencionadamente que de ese modo están ayudando.

Pero esto no ocurre solo en el ámbito político. En el ámbito personal, amigos y familiares, a veces con su mejor intención dan malos consejos, o entienden mal a sus allegados. Por ejemplo con la victimización secundaria. La victimización secundaria ocurre cuando personas bienintencionadas meten la pata en situaciones en las que una persona ha sido víctima de violencia. Es un ejemplo, pero esto está a la orden del día, y no es con mala intención. Las víctimas de violencia se callan por vergüenza, y miedo de que las juzguen mal, de que les hagan más daño.

Es un ejemplo de cómo una persona que quiere ayudar, la caga. Y es muy frecuente. Todo el mundo ayuda lo mejor que sabe y puede, y no es con mala intención. Esto ocurre mucho en la izquierda, porque la izquierda suele componerse de personas bienintencionadas, con buen corazón , sensibles a las injusticias, etc. Pero los niveles de formación y conciencia sobre los diversos problemas de la sociedad no son iguales, tampoco lo es el diagnóstico. Y una vez realizado un diagnóstico, tampoco son iguales los cursos de acción que se consideran los mejores para llevar a cabo sus objetivos.

Pues bien, en el caso de la ley Queer de Irene Montero, no solo están equivocados, sino que tachan a cualquiera que manifieste su oposición a la ley, de pertenecer al conjunto de personas malintencionadas, y políticamente opuestas, con una ligereza brutal, y un dispositivo propagandístico propio de Goebbels.

Pasando incluso a situarnos como el problema, el origen del problema de este colectivo concreto. Y además esto no ocurre solo con este tema, pasa con las tres batallas feministas más importantes de nuestros días en el mundo occidental:

El queerismo, ya lo he mencionado, las otras son la prostitución, pornografía, y vientres de alquiler. En cada una de ellas, el objetivo a batir por quiénes defienden su perpetuación somos las feministas. No hacen un verdadero diagnóstico social, un análisis de la realidad complejo y elaborado. Acaban transformando el discurso hasta el punto de situarnos a nosotras en el blanco, origen de los males. Y esta operación no es nueva, también se hace con el comunismo por parte del sistema capitalista, demonizando de tal forma que establezca un filtro, una barrera, en la que el interés de la sociedad en conocer el problema en profundidad, y por tanto, ir a las fuentes, conocer la postura comunista, o feminista en este otro caso, quede de tal forma caricaturizada y desfigurada, que causa tal rechazo visceral, que ya no se lee, no se escucha, no se le presupone bondades, y no adquiere la consideración de ni tan siquiera ser tenida en cuenta: CANCELACIÓN

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